jueves

207.

Ese era un invierno muy crudo. El sol quedaba tan lejano que ni siquiera en sueños podía proponerse cocinar los deseos, cocer las ilusiones de nadie.
Matias se despertó dos minutos antes de que sonara el despertador. Dos minutos es el tiempo que le toma desenredarse de Cintia sin despertarla y apagar la máquina-de-volver-al-mundo para que no cometa el crimen con su bella durmiente.

En esos años estaban viviendo en una casa muy chiquita. La cocina y la habitación solían ser un mismo espacio, sobre todo en el tiempo del horno sumando calor a la estufa.
Matias pasó sus cinco minutos de té mirando su amor entre las sábanas, y mientras se vestía de serio la poesía le ganó a los trajines laborales.

Un cartelito bien a la vista dijo:
-Te dejo un abrazo sobre la mesa. Ponetelo cuando salgas que hace mucho frío.

El pasado presente, Gerardo Chávez, Pintura