jueves

Sillas

I

Pido un café y me siento en la única mesa vacía de las 3 que hay en el YPF shop. Escucho a dos tipos sentados, contra una pared. Uno tiene una carpeta, el otro tiene dos teléfonos. Hablan en códigos, como los mafiosos. Para mí ellos creen que los demás son números, una chequera en blanco para completar. Saco el cuaderno y me pongo a imaginar. No me sale más nada.

II

¿Ese pendejo de mierda qué mira? ¿Lo conocés, Cacho? El del cuaderno no, el otro, el que está del lado de la ventana ¿Entonces qué mira? Juntá los papeles, las chequeras, y andá a mirar quién es, qué hace, qué quiere y sino… vos sabés.

III

Claudia, ¿vos le cobraste el café a ese pibe? Al que cruza corriendo el puente.

IV

El tipo agarra el cuaderno y se levanta. Es hora de que se vaya, todos hicieron lo suyo. Las demás mesas están vacías. El cuaderno no.

207.

Ese era un invierno muy crudo. El sol quedaba tan lejano que ni siquiera en sueños podía proponerse cocinar los deseos, cocer las ilusiones de nadie.
Matias se despertó dos minutos antes de que sonara el despertador. Dos minutos es el tiempo que le toma desenredarse de Cintia sin despertarla y apagar la máquina-de-volver-al-mundo para que no cometa el crimen con su bella durmiente.

En esos años estaban viviendo en una casa muy chiquita. La cocina y la habitación solían ser un mismo espacio, sobre todo en el tiempo del horno sumando calor a la estufa.
Matias pasó sus cinco minutos de té mirando su amor entre las sábanas, y mientras se vestía de serio la poesía le ganó a los trajines laborales.

Un cartelito bien a la vista dijo:
-Te dejo un abrazo sobre la mesa. Ponetelo cuando salgas que hace mucho frío.

El pasado presente, Gerardo Chávez, Pintura