lunes

175.

Cada vez más cerca del suelo
arrastro lo que tengo para convencerme del camino.
Voy en bici, colándome por el pasillito que los coches dejan sin querer,
pensando que no hay droga para mi angustia.

No hay porro que me ensonrezca
el clona apenas me duerme.
Se me cierran los vasos
y esta lista queda incompleta.

Entrando en la ruta
espero que algún coche me destroce apurado.

Alguien me pregunta:
¿Y la angustia de los africanos fusilados por sus empresarios?
Está aquí, la llevo en mi pecho.
La voy a enterrar conmigo de la manera más inútil.

La entierro con palabras en esta zanja
en este poemario absurdo, pasatiempo de derrotado.

Que las mujeres la profanen.