miércoles

Niña tristeza

¿Cuántas?
Muchas noches te espero, querida tristeza. Venís disfrazada de amarillo, lucerito sin pena. Con olor a azufre y los dedos regordetos. Me tocás la frente y me pedís perdón. Me hablás en otra lengua con palabras extrañas, pero estás tan adentro que te entiendo. Me hablás por medio de imágenes claras. “Todos pueden entenderme” me decís y la sonrisa se dibuja en tus manos. No te persuadas por mis lágrimas, ni por el hambre que dejás en mí. “¿No te cansás de ver a los niños? Te pregunto, pero ya no me escuchás. Te entretiene el viento en la ventana. “Vení tristeza, bailemos juntas” pero ya me he quedado dormida.

viernes


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No tiene que ver con la altura de los cielos. Ni se trata de la boca rota de sed. Ni es el espanto de morir, lejos está de tu pálpito con la mañana. Es que no sé. Acaso sea despegar el remitente del sobre, abrir una hondura, fechar un desencuentro. Un canal discontinuo que atraviesa los cuerpos del mundo. O serán los ojos, cruzados entre continentes. No tiene que ver con la boca rota de sed. Es lo dolido cuando se mece sobre hamacas oxidadas.

martes

Mujer-guerra (II)


Vestida de dolor vas, Mujer-guerra, hacia la luna.
Colores oscuros rodean tus caderas.
Hay callos en tus manos duras, sin uñas ambas.
Tus pechos aun producen leche para bocas desmentidas.
Tus besos aun llenan corazones muertos.
Vestida de dolor vas Mujer-guerra, hacia los campos.
Tu cabeza sin pelos, tus ojos sin pestañas.
No hay maquillaje que pueda borrar el horror impreso en tu cuerpo.

sábado

Foto

Hay una guitarra que no suena. Un colgante suspendido, plumas. Hay la hora espesa, angustia al galope. No hay ni tus manos, ni otras manos. Sol. Tarde de sol. Una centena de calles deshabitadas bajo el domingo. Hay esto, no lo sé, algo que inflama. Y este pecho, se inventa, se averigua. Demasiado silencio derriba la pared. Hay humedad en las esquinas, dudas, telarañas, hay cosas, no sé.